Rafael Barraza
Twitter: @barraza123
Una noche en un jardín botánico de no sé qué
ciudad, de no sé qué país, en no sé qué fecha o época del año, hubo una reunión
de plantas de todas los climas, ecosistemas y partes del mundo. Era un coloquio
sobre el futuro de las plantas. Cabe aclarar que dada la incapacidad de las
plantas para caminar, éstas han desarrollado una gran capacidad de escucha y transmisión
de mensajes, de tal forma que Gladiola se puede comunicar todos los días con su
prima Rosa, a pesar de estar en extremos opuestos del jardín botánico.
El primero en hablar fue Don Roble. “He escuchado a los humanos hablar abrumados, porque muchos de nuestros hermanos árboles están muriendo alrededor del mundo”. “¿Están muriendo o los están matando?” intervino un sauce llorón “dicen estar preocupados pero son ellos los que nos matan para usar nuestra madera, son ellos los que nos convierten en papel, material de construcción o leña. Son ellos los que con sus descuidos, y algunas veces a propósito, provocan esos incendios que tantas vidas de los nuestros han costado”.
“Yo también los escuche y esta vez en
verdad parecen preocupados” replicó un joven pino “dijeron que por su culpa ya
casi no hay bosques ni selvas, que esto está afectando a los ecosistemas, y es
importante que planten más de nosotros para revertir el problema, o por lo
menos no hacerlo más grave”. “Ven” dijo Don Roble “ahora si se están
preocupando por nosotros; se han dado cuenta de nuestra importancia, ya saben
lo que valemos” “¿Será?” Preguntó Ahuehuete
“¿En verdad los humanos piensan en nosotros o simplemente piensan en sus
intereses? El hombre ahora dice se preocupa por la falta de bosques y selvas,
de la muerte de las plantas que en ellos habitan, pero en realidad, su preocupación
es que sin plantas no hay papel, ni madera, ni leña para el invierno, ni frutos
para comer , ni casa para los animales, ni aire limpio, ni lluvia. Entonces
la preocupación de los hombres no son las plantas, sino seguir respirando aire
limpio, tener agua, frutos y animales para alimentarse, y leña para cuando hace
frío”.
“Ahuehuete tiene razón” dijo Eucalipto “A los
humanos no les interesa si estamos cómodos, sanos o enfermos, si estamos
tristes o contentos, si nos agrada estar siempre en el mismo lugar, viendo, sin
poder hacer nada, como ellos lentamente acaban con nosotros. Al humano lo que
realmente le interesa es el beneficio que de nosotros pueda sacar, una vez que
ya no le servimos o afectamos, nos cortan sin pensarlo ¿Ya olvidaron al Sr.
Nogal? Que estaba en la acera frente a la entrada del jardín, él estaba ahí mucho
antes de que construyeran este jardín, antes incluso de que pusieran la acera
de concreto. Durante años la gente comió de sus frutos, gozó de su sombra y del
refugio que ofrecía ante la lluvia, pero el día que sus raíces rompieron la
acera, y una tubería por buscar agua, de inmediato lo cortaron para que no
siguiera creciendo. El Sr. Nogal llego aquí antes que todos, él era el
inquilino más antiguo de esta zona, y así como así lo desalojaron”.
Rosa Blanca tomó la palabra. “Lo mismo pasa
con nosotras las flores y las plantas pequeñas, si bien nos va nos plantas en
sus jardines, nos cuidan hasta que nos vemos lindas, pero no lo hacen por
nosotras, lo hacen para presumir que ellos tienen el jardín más bonito. O bien,
nos cortan para ponernos en el centro de una mesa, o en el ojal de un traje o
en un adorno en la cabeza”.
Después de ella pidió su turno una
hortaliza. “A nosotros nos cortan y nos comen, sabemos que ese es nuestro rol en
la cadena alimenticia, aunque no nos guste. Pero hay quienes para que crezcamos
más grandes de lo normal nos dan químicos que huelen y saben horrible. Los
humanos cuentan cuentos sobre animales, incluso les dan cualidades humanas,
quien no ha oído de Mickey Mouse o Supercan, pero quien ha oído de Lechuga “la
hortaliza vengadora”. A nadie le interesa contar un cuento de una planta, que
no se mueve, habla o camina, ni corre, ni brinca, ni baila. Hay humanos que por
darle condición humana a los animales, no los comen por pensar en sus
sentimientos y sensaciones, aunque su rol en la cadena alimenticia sea el mismo
que el nuestro. Mas quien se acuerda de las plantas, que por parecer inertes nos
dan por sentadas. Piensan que por no tener cara ni voz no tenemos sensaciones; no
se dan cuenta que también las tenemos, simplemente las expresamos de otro modo”.
Finalmente, re tomó la palabra Don Roble. “Tienen
razón todos los que han hablado. La existencia de las plantas desde la llegada
del hombre a este mundo, se ha visto limitada a su utilidad hacia éste, a
cuantos frutos les proveemos, que tanta sombra ofrecemos, o que tanta madera o
papel necesitan. Me cuesta reconocerlo, pero nuestra existencia depende de que
tanta utilidad en nosotros encuentren los humanos”.
Así, con estas tristes palabras terminó el
coloquio, nadie más se animo a decir algo. Era tarde y al día siguiente todas debían
lucir radiantes para los visitantes. Todas las plantas del jardín se durmieron
como cualquier otra noche, pero algo era diferente, pues esa noche la efímera vida
de una planta, las plantas del jardín comprendieron.