Rafael Barraza
Twitter: @barraza123
Es sábado por la tarde, por la ventana se
ve la lluvia caer. Luis trabaja en la cama con la computadora sobre las
piernas, Ana lee un libro sentada en la ventana. En el fondo ni Luis quiere
trabajar, ni Ana tiene ganas de leer; ambos añoran esa época, cuando novios, en
que los sábados iban al cine, a comer, o
alguna fiesta. Sin embargo ninguno se atreve a admitirlo.
Él, para un momento de escribir y mira
hacia la ventana, ella, aunque no lo desea está inmersa en la lectura. Él piensa
por un momento en mandar el trabajo al diablo para hacer algo de aquella lista de
cuando eran novios, pero ve el clima y desiste, vuelve al trabajo.
Ahora es Ana la que suspende la lectura, se
queda viendo la lluvia caer y piensa en lo agradable que sería ir a comer fuera
o a tomar un café. Mira hacia la cama buscando un signo de complicidad mas no
lo encuentra, y vuelve a su lectura.
El tiempo se hace eterno en esa cruel monotonía,
los segundos parecen minutos y los minutos horas. Así con tal lentitud se hace
de noche, ya ha dejado de llover y se ve la luna. Afuera el paisaje ya ha
cambiado, dentro todo sigue igual, Luis en la cama trabajando, Ana leyendo en
la ventana.
Uno a uno, los sábados van pasando, sin
importar si llueve o está soleado, afuera el mundo no se detiene, dentro Ana
lee en la ventana, Luis trabaja en la cama.
Finalmente un sábado tanto Ana como Luis
deciden dejar de lado la monotonía y salir aunque sea por un helado. Luis
voltea sonriente a la ventana, Ana hace lo propio hacia la cama, pero algo
pasa, algo es diferente, que desde hace tiempo ya no están en la misma casa.
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